La historia que trataré de contar a
continuación, es el relato que con lágrimas en sus ojos, me comentó un querido
amigo que, hoy por hoy, gracias a su constancia y fe en Dios está en Chile,
luchando por su familia y por sí mismo, anhelando y deseando locamente volver
al país de la nobleza y del calor humano, Venezuela.
Este gran venezolano, como muchos
en el exterior, en nuestro país es un gran atleta de alto rendimiento,
profesional y con un carisma incomparable, acá en Venezuela es todo un
personaje, además es uno de los mejores en su profesión, pero como todos los
venezolanos, estaba ahogado por la crisis y asfixiado por no poder ver una solución
que traiga el oxígeno al país.
Hace algunos meses decidió, como lo
hacen miles de venezolanos a diario, partir de esta tierra noble y humilde como
lo es nuestro país, y como he venido diciendo en anteriores artículos, no son
cobardes los que se van, en la mayoría de las ocasiones, sólo son valientes
cansados. Este joven, una buena noche recibió de parte de un amigo, que en
medio de la fiesta del momento, sacó de su bolsillo 120 dólares, con lo cual
decidió partir.
Llegado el día del viaje, o mejor
dicho, de la travesía, su madre y su hermana le acompañaron a la frontera
colombo-venezolana, donde sin tener suficiente dinero, sus acompañantes
decidieron dar parte de su cabello en venta para lograr completar el pago de
los boletos, desde la ciudad de Cúcuta hasta la ciudad de Bogotá, y bien, les
resultó el sacrificio y sin mucho tiempo para despedirse, este buen hombre se
fue.
Su camino se hacía algo cuesta
arriba, sin embargo, jamás perdió la fe en Dios, y siempre supo que si le tocaría
pasar momentos difíciles, Dios estaría con Él pasando esas calamidades. Ya estando
en Bogotá, fue recibido por dos chicas venezolanas a quienes conocía, pero que aún
no podían darse lujos y castillos, ya que no contaban con un trabajo estable,
sólo vendían golosinas y maní en el transmilenio, y no quedó de otra que,
ponerse a vender lo mismo, para poder obtener dinero para su comida del día.
Las dos chicas, le dieron las
instrucciones necesarias y Él, con su carisma, se hizo un artista mientras con
orgullo decía “Buenos días, vengo de la
gran ciudad de Mérida, ciudad de los Caballeros y soy abogado egresado de la ilustre
Universidad de Los Andes, si tienen el agrado de comprarme alguna golosina, que
Dios les pague y si no, que Dios les bendiga”; con estas palabras los
colombianos que presenciaban el dialogo, no siempre compraban pero si, le
colaboraban con alguna suma de pesos, sencillamente, por ver a un profesional
de tan honorable universidad latinoamericana, en esa situación. Y fue así, como
este joven venezolano y merideño obtuvo lo necesario para comer en Bogotá.
Llegada la hora de la cena, las
chicas quienes ya tenían tiempo en esa ciudad, lo llevaron a comer en un sitio
muy humilde, además, en un sitio algo peligroso, pero era ahí donde el dinero
ganado les alcanzaba para comer, rápidamente les digo que el sitio no era nada
sano, era una localidad donde las drogas y la prostitución reinaban, y en medio
de esa comunidad, el joven se encontró a una venezolana acostada en mero piso,
de acento zuliano, a la cual se le acercó y ella con lágrimas dijo “¿Vos sois de dónde?. Vos sois venezolano y
gocho”; Él respondió “Si. ¿Qué
vendes?”, ella le comentó que vendía helados pero que en todo el día no había
podido vender ni uno sólo, y este joven con sus ahorros, le compró un helado y además,
la enseño a vender, porque el problema era que a la zuliana le daba mucha pena
el promocionar sus helados, y con las palabras de este joven, ella se dio
cuenta de lo fácil que resultaba ser.
Abg. James Rivas |
Llegó el momento de partir de
Bogotá y comenzar su camino a su destino final, Chile. En medio del viaje, como
era de esperarse, tuvo el agrado de conocer a varios venezolanos, entre los que
iban zulianos y caraqueños, pero ocurrió algo inesperado, a estos venezolanos
que acababa de conoce, por un descuido, se les había quedado su comida dentro
de sus maletas, y para sumar a la tragedia, sus maletas fueron las primeras en
meterse en los depósitos del autobús en el que iban, detalle que hacía casi
imposible el que pudiesen sacar sus alimentos y saciar su hambre, pero nada
detiene a Dios cuando de amar se trata, el joven protagonista de este relato
llevaba en su bolsito unos panes con mayonesa y un jugo de “Zuko”, y déjenme decirles,
ese pan se multiplicó y alcanzó para todos.
Cansados y agobiados por el largo
viaje llegaron a la frontera chilena, pero caramba, a quien había dado los
panes y el jugo y quien iba muy corto de dinero, efectivamente le habían quedado
sólo 10 dólares, cantidad que le era muy poca para llegar a su real destino que
era un poco más allá. ¡Vaya!, que grande es la hermandad del venezolano, los
capitalinos y los zulianos en señal de agradecimiento con el merideño, le
completaron su pasaje y este joven logró llegar a donde le esperaba otro
compañero, logró llegar a su destino y a donde le tocaría buscar desde ese
momento un trabajo y comenzar a colaborar con su familia que se quedó en
Venezuela, exactamente, en Mérida, La ciudad de los Caballeros.
Saliendo el primer día a buscar
trabajo en Chile, y dejando varios resúmenes curriculares, volvió a casa de su
amigo con manos vacías, pero nada de eso lo desmotivó, conversando con un compañero
de vivienda le dijo “te apuesto a que
mañana consigo trabajo” lo cual fue una broma para quien le escuchaba y se
echó a reír. Al otro día, salió con su compañero de habitación a acompañarle en
unas diligencias y fue ahí donde dijo a Dios “Señor, tu sabes dónde ponerme a trabajar, sólo hazlo”, en ese
momento estando frente a un restaurante le dijo a su compañero a quien
acompañaba, “ahí trabajaré.”, quien al
escucharlo se echó a reír y dijo “No
creo, pero anda. Ve, e intenta”, este se acercó y con una educación de
altura, se presentó decentemente, característico de la merideñidad; este gesto
lo llevó a hablar directamente con el encargado quien fue sorprendido por sus
modales, diciendo delante de dos venezolanas que trabajan en el sitio “La concha, pero ¿Por qué este venezolano
habla tan diferente?”, las venezolanas que estaban ahí, una valenciana y la
otra caraqueña, le decían al encargado del local “Él es de Mérida. Es gocho. Contrátalo. Esos son muy amables y saben de
todo”; el encargado quedó en llamarle y finalizó ese día con un avance
significativo.
Pasaron dos días y no llegaron llamadas,
cosa que lo motivó a volver al local pero sin éxito, no logró encontrar a quien
buscaba, le tocó volver en la tarde y tampoco estaba el encargado, al otro día
volvió y efectivamente, esta vez sí logró verle, y cuando el encargado lo vio
exclamo “¡Chucha de su madre!, tu
compatriota perdió tu número, pero si te iba a llamar”, y al mismo tiempo,
le dijo que si le aceptaba para trabajar y ahí se quedó. Ahora bien, al
encargado no le parecía que este joven tuviese el estilo de lavar platos, por
lo cual, de una vez lo ubicó como jefe de depósito o de bodega. Este
nombramiento no fue muy bien visto por los chilenos que laboraban ahí, ya que decían
que ellos teniendo tanto tiempo allí, no habían sido tomados en cuenta para ser
jefes de algo, celos naturales que siempre puede dar.
Así transcurrieron los días y el
merideño logró hacer cosas en tiempo record, cosas que a los nativos del país y
trabajadores del local les había costado meses. Pero dado el rendimiento, este
joven hizo en días el trabajo del mes, y para no estar sin hacer nada, decidió
lavar ollas y platos, mientras hacía esto se dio a conocer que este joven era
profesional y los chilenos sorprendidos decían “Tu eres profesional, que haces aquí lavando platos. Ven, vamos a
ayudarte para que no te cueste tanto”.
Hoy por hoy, este joven ya no está
en ese trabajo, está en uno mejor, es el encargado de un Café debido a su
decencia y capacidad intelectual y a pesar de que aún le cuesta un poco la vida
en ese país, hoy está mucho mejor y cumpliendo con lo que fue su principal propósito,
ayudando a su familia, en especial a su sobrina quien tiene una condición de
diversidad funcional y necesita de un tratamiento costoso, pero a pesar de
todo, mantiene con anhelo su querencia especial, que es poder regresar pronto a
su país y jamás volverse a ir, quiere venir y aportar su granito de arena para
que Venezuela salga de este triste capitulo y todos los que se han ido y pasan
calamidades por un llamado de responsabilidad, vuelvan a casa y no se vayan más.
Esta historia, la tuve que resumir
y detenerme en los detalles más resaltantes, sin embargo, me he comprometido en
escribir un libro en su compañía y que ese ejemplar sirva de ánimo y empuje
para muchos hermanos que hoy por hoy, sienten que ya no pueden más; con ese
ejemplar queremos decirles que con Dios y con Constancia todo se puede.
En honor a mi querido amigo, a mis
seres amados y a millones de venezolanos que están fuera del país, vayan estas líneas.
@jamesrivast
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