Venezuela vive la peor crisis multifacética de la historia,
una crisis comprendida por el alto costo de la vida, la escasez de medicamentos
y de productos básicos, la hiperinflación galopante producto de una economía no
productiva, la inseguridad y la inexistencia del Estado de Derecho, esto por
mencionar sólo algunos de los aspectos que la complementan. Crisis, que es
producto de un conjunto de políticas erráticas e improvisadas de un gobierno déspota
y barbárico como el Chavista-Madurista, la peor página de Venezuela.
Descomposición social severa, trae en sus manos la calamidad
de realidad que vive el venezolano, todos los sectores de la sociedad padecen
los efectos de la crisis antes mencionada y el sector juvenil no es la excepción.
La juventud, pilar fundamental e indispensable del desarrollo
de cualquier país, en Venezuela fue minimizada, empobrecida y defenestrada sin
mucho dolor. Tristemente, en la actualidad vemos como la cantidad de jóvenes
que se van del país es mayor, a la que representan los niños que nacen en los
maternos infantiles.
Un joven venezolano, de 27 años de edad, en quien se invirtió
tiempo, cuidado y dinero en el ayer, para que hoy en día fuese el presente y el
futuro del país, decide irse a otro territorio para poder regalar a sus seres
queridos una mejor calidad de vida, pero no sólo eso, sino que se va para
generar el presente y futuro de otra nación. Venezuela, como una madre abnegada,
sufre diariamente la perdida de sus hijos.
La gente pregunta entre pasillos -¿Por qué se van?, o peor aún, comentan irresponsablemente –“Cobardes, no quieren luchar”. Cuando se
escucha un tipo de comentario como el anterior, nos damos cuenta de que aún se
ignoran muchas cosas; se ignora que la llama de oportunidades para nuestros
muchachos está cada vez más apagada y disminuida, lo cual hace necesaria la
toma de decisiones de este tipo.
A los Jóvenes que han luchado incansablemente, que han visto
caer a sus compañeros por culpa del despotismo gubernamental, y que han
presenciado como la politiquería ha cobrado la vida poco a poco de sus sueños, no
les queda otro camino, que decidir perseguir sus anhelos en otras fronteras.
La juventud no se marcha con una sonrisa en su rostro ni
mucho menos con cara de felicidad, de hecho, no se va por querer irse, se va es
porque el gobierno y la necesidad los corre de Venezuela, y ni hablemos de
aquellos que se van dejando a sus padres enfermos, hijos o esposa (so), o de
aquellas relaciones sentimentales que se deben terminar por esa dura decisión,
he ahí donde caemos en cuenta y decimos, No
son cobardes, son valientes cansados.
Nosotros, los jóvenes que nos quedamos en esta nación hermosa
y que con lágrimas en los ojos vemos como se nos van nuestros hermanos, debemos
luchar con hidalguía y determinación para reconquistar a Venezuela, debemos
impulsar una reorganización social que fortalezca la verdadera unidad nacional
y que de una vez por todas, logre dar el zarpazo a los indolentes que nos
oprimen y nos cercenan el derecho a soñar y a ser cada día mejor.
Jóvenes venezolanos, dentro y fuera de nuestro país, tengan
la plena seguridad de que el cambio está próximo y que la fiesta grande se
acerca, no se pudiera decir cómo ni cuándo, pero pronto llegará.
A los que se van, que les vaya muy bien, pronto nos
volveremos a ver; y a los que se quedan, la lucha debe continuar, con
optimismo, fuerza y determinación. El irse y el quedarse, son decisiones
válidas; es tan valiente aquel que se va dejándolo todo como aquel que se queda
resistiendo y luchando por una mejor Venezuela.
JAMES RIVAS
UNT
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